Galicia festivalera
Ya no queda nada. El verano gallego ya llegó. Y con él, todas sus fiestas y festivales.
Ser festivalero es un modo de disfrutar de la cultura. Es tener inquietudes por la música, preocuparse por conocer la historia, y disfrutar compartiendo experiencias entre locales y visitantes. Un festivalero es una fusión del turista que va y el turista que recibe. Es una mentalidad. Aprender de los otros y mostrarles a ellos lo propio. Disfrutar del ritual de cada verano recorriendo las distintas villas y ciudades. Enterarse de lo que fueron los desembarcos de los pueblos del norte en la antigüedad celebrando en el Desembarco Vikingo de Catoira. Jugar a ser Irmandiño en la revuelta organizada en el castillo de Monterrei, viajar a la Gallaecia Romana en el Arde Lucus, rememorar a Julio Bruto y sus tropas cruzando el río Limia en la fiesta del Esquecemento de Xinzo…
El festivalero maquina en invierno para lo que va a venir en verano. En esas noches de queimada, licor café o Cabreiroá durante los meses de frío, soñamos en alto con esos momentos mágicos bajo la luna y el sol veraniegos. Con ese vino D.O. Rías Baixas de la fiesta del Albariño, con ese pulpo de O Carballiño, con ese bonito de Burela, con esas almejas de Carril… mmmm!!!
Cierto es que no es una característica particular de los gallegos, ya que el ser festivalero es algo internacional. Pero sí se puede decir que nuestra oferta de festivales, fiestas populares o gastronómicas, tiene un atractivo particular que cada año atrae a más gente de todos los lugares del mundo. Un claro ejemplo de esa intercomunicación planetaria es nuestro Ortigueira. Allí les decimos a todos esos ingleses, italianos, argentinos, estadounidenses, alemanes, senegaleses o chinos lo que es ser gallego y el gusto que nos da invitarlos a casa.